
En la historia de los grandes fraudes deportivos se hace difícil encontrar uno que supere en mezquindad al perpetrado por la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales en los Juegos Paralímpicos de Sídney del año 2000 ya que solo 2 de los 12 integrantes de la selección española que conquistó la medalla de oro en el torneo de baloncesto para discapacitados intelectuales tenían algún tipo de deficiencia. Los otros 10 eran jugadores de equipos amateurs reclutados por el presidente de la Federación con el objetivo de conseguir la mayor cantidad posible de fondos del Comité Paralímpico Internacional que en muchos casos jamás llegaron a los deportistas con discapacidad, sus auténticos beneficiarios. Eso fue una página bochornosa del deporte español que se convierte aun hoy en testimonio de una realidad dura, los problemas de integración de las personas con discapacidad intelectual y cuesta un mundo entender cómo esos 10 jugadores que no padecían discapacidad alguna se prestaron a participar en una tropelía semejante.
Este episodio aparece mencionado en la película “Campeones” la comedia inclusiva que se hizo con el Goya a la mejor película en 2019. Lo rememora el personaje de Román interpretando un talentoso jugador del equipo “Los Amigos” que años atrás se vio envuelto en ese fraude paralímpico y que receloso ante el espíritu competitivo del nuevo entrenador opta por dejar de jugar.
Román existe, pero su nombre real es Ramón Torres un Goliath valenciano y el catalán Juan Pareja eran los únicos discapacitados reales de aquella selección que ganó el oro en Sídney. El fraude salió a la luz relatado con detalle por un periodista que se había infiltrado en el equipo. Torres era el capitán de aquella selección fraudulenta aunque él por supuesto no sabía nada del engaño urdido solo por el presidente de la Federación y lo explica de forma conmovedora en el documental ‘King Ray’, un hermoso canto al poder transformador del deporte capaz de cambiar vidas tan desdichadas como la de Ramón siendo niño, un crío con serios problemas de aprendizaje, humillado y soportando bullying una y otra vez por sus compañeros de colegio, por cierto «muro” que pudo saltar gracias al baloncesto.
Las consecuencias del escándalo incluyó la retirada de las medallas, la devolución de las subvenciones y la desaparición de los equipos de discapacitados psíquicos del deporte paralímpico. Los discapacitados intelectuales no participaron de nuevo en unos Juegos Paralímpicos hasta Londres 2012 cuando los organismos internacionales validaron un nuevo sistema de control. Y también a modo de daños colaterales el derrumbe anímico de las dos únicas personas que se comportaron legalmente y con dignidad ajenos a todo aquel engaño.
A Ramón le costó lo suyo pero salió adelante. Ahora con un sobrepeso alarmante y las rodillas destrozadas sigue jugando al baloncesto… su gran pasión. Y aún hoy puede plantarse ante todos y decir: «Yo fui limpio, yo gané esa medalla de oro».