
VÍDEOBLOG #Minuto92: Peleas y ultras, por Víctor J. Hernández Bru.
He de confesar que me ha sorprendido la noticia de la detención de una serie de aficionados del Almería, debido a una pelea que se produjo con aficionados del Córdoba en la última visita del cuadro rojiblanco a la capital de la Mezquita. Digo que me sorprendió porque aún recuerdo bien el testimonio de la dueña de la cafetería en la que se desencadenaron los hechos, significando que los seguidores de la UDA estaban consumiendo tranquilamente en su terraza y fueron los del Córdoba los que llegaron al lugar para provocar el altercado.
Obviamente no voy a poner en duda ni las actuaciones policiales ni mucho menos las decisiones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, pero es evidente que algo se nos ha escapado a propósito de este episodio.
En todo caso, ahora no es importante terciar sobre quién tuvo o dejó de tener la culpa, puesto que eso es algo que dilucidará la Justicia en su momento. Lo que sí me preocupa enormemente es que estas cosas sigan pasando en el fútbol, sea quien sea el culpable, sea quien sea el que lo provoca, sea quien sea el provocado.
Algo se está haciendo muy mal cuando, alrededor del fútbol, se siguen produciendo estas peleas multitudinarias, sin que se sepa muy bien por qué, aunque obviamente no hay ningún motivo que las pueda justificar. Y cuando grupos de aficionados, entiendo que bastante jóvenes, se dedican a quedar en un lugar más o menos apartado o más o menos céntrico como fue este caso, para darse de palos y, de paso, destrozar el entorno ciudadano y provocar el pánico entre quienes detestamos la violencia.
Algo debe estar haciéndose muy mal y alguien debe estar eludiendo su responsabilidad de controlar todo esto, de prevenir que no se den estas situaciones, de vigilar lo suficiente como para evitar la presencia de este tipo de intolerables desvaríos y, sobre todo, para que después de tantos años, no se haya evitado que este tipo de grupos sigan conviviendo con los aficionados, las familias, que acuden tranquila y sensatamente a un recinto para presenciar un espectáculo deportivo, en muchos casos en compañía de sus hijos.
Luego las autoridades deportivas están todo el día tocando las narices con todo tipo de simplezas o de asuntos más o menos vacuos, más o menos intrascendentes, pero no son capaces de sacar del entorno de las familias y de nuestros hijos a quienes son capaces de reventar a otro ser humano, por la sencilla razón de que viste una camiseta cuyos colores son diferentes a los de la suya.
Cuando pasa el tiempo sin que se produzca un incidente de este tipo, uno piensa que todas estas cosas están ya erradicadas en el mundo del fútbol, del deporte. Pero cuando volvemos a tener noticias de ello, empieza a tener claro que estamos a años luz de la solución y que quien tiene la obligación de solucionarlo, parece haberse acostumbrado y resignado a esta intolerable circunstancia.