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VÍDEOBLOG #Minuto92: Pelotas y pelotazos

VÍDEOBLOG #Minuto92: Pelotas y pelotazos, por Víctor J. Hernández Bru.

Si alguna vez tengo la oportunidad y me hallo en la tesitura de hacer lo que me dé la gana, perjudique a quien perjudique, pasando olímpicamente del bien común, centrándome única y exclusivamente en mi beneficio e incluso disfrutando con el hecho de acumular yo para esquilmar a todos los demás, tengo claro que mi espacio para desarrollar tal comportamiento será Almería.

Nunca vi un lugar igual en el que el conformismo, la desidia, la aceptación del todo por el todo alcanzase cotas tan inigualables como aquí, en mi tierra, el lugar donde nací, donde quiero morir y donde elegir vivir mi vida, el territorio que adoro y la ‘patria’ que más me apasiona.

Pero a pesar de todo ese amor, toda esa entrega no me impide percibir que aquí todo vale, que aquí lo urgente sustituye constantemente a lo importante, que aquí nos lo tragamos todo con la facilidad de esos artistas de circo que se introducían, uno tras otro, los sables por la boca ante la admiración del respetable.

He leído, en estos días, algunas informaciones a propósito de que el presidente y dueño (no sé si ya ex dueño) de la UD Almería, Turki Al Sheikh, ha decidido vender el Almería y quedarse con el terreno de El Toyo, lo cual explica que la compra de las 270 hectáreas en primera línea de playa en tal ubicación se haya hecho no a nombre del club para el que presuntamente irá destinada la Ciudad Deportiva allí ubicada, sino a nombre de otra empresa del propio magnate saudí.

Han pasado dos años desde que se anunció la operación y algunos meses desde que vimos el proyecto, pero todavía nadie nos ha explicado por qué el terreno lo compró una empresa de Turki y no el club y por qué la compra, que se hizo a la Junta de Andalucía, se materializó en 270 hectáreas, cuando sólo 13 se van a destinar a la Ciudad Deportiva.

Ahora, algunos empiezan a caer del guindo y a observar que la compra de ese terreno por Turki tuvo poco o nada que ver con la Ciudad Deportiva y que trata de una operación absolutamente urbanística, una inversión para comprar terrenos y ganar mucho dinero desarrollando allí lo que quiera que Turki y los suyos tienen pensado desarrollar.

Y una vez más diré que me parece legítimo que así sea, porque estoy absolutamente a favor de que la gente gane dinero creando valor y/o empleo, pero siempre que no sea a costa del bien común. Y como nadie explica nada y como hacen ruedas de prensa a las que no permiten que vayamos los únicos que queremos preguntar sobre estas cosas porque queremos información sobre estas cosas, pues no sabemos si el precio al que se han comprado esas 270 hectáreas es el máximo que la Junta de Andalucía, que era la propietaria formal de los terrenos (digo formal, porque los propietarios reales éramos los ciudadanos andaluces), podría haber sacado por ellos, de haberse dejado claro que iban a terminar destinados a inversiones inmobiliarias, como así tiene toda la pinta que va a ser.

Y entonces, los que ahora se caen del guindo y se dan cuenta de que esto va a ser así, lejos de observar en esta operación un ‘escandalazo’ mayúsculo como observamos algunos, como observo yo, están a medio anuncio dominical, a media copilla en El Bribón de la Habana, a medio puestecillo de trabajo buscado por aquí o por allá, de decir que es una maravilla que los andaluces nos hayamos desprendido de 270 hectáreas a precio de Ciudad Deportiva, aunque la realidad sea que el final de todo ello tiene toda la pinta de que serán hoteles y apartamentos de lujo.

Y proclaman con alegría que Turki ha decidido dejar el fútbol en Almería, pero que se queda para hacer negocios. ¡Qué alegría! El amigo Turki, el que llegó regalando coches y fichando a jugadores de renombre, al final va a ser que lo que buscaba era el negociete urbanístico y, cuando le hubo llenado el bolsillo o la cabeza, según los casos, a quien fuera necesario, ya se va a quitar la careta y se va a centrar en aquello para lo que vino.

Y nosotros, los almerienses, aplaudiendo, seguramente porque todavía no hemos aprendido a diferenciar entre ‘pelotas’ y ‘pelotazos’.

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