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Que la situación de Pablo Caballero en la UD Almería se deba a una situación de Fran Fernández es algo que no se creen ni los vivos ni los muertos. Pablo es un futbolista que tiene un año más de contrato y que tiene la ficha que tiene. Podemos tragarnos que a Fran no le convence el argentino, pero no hay ninguna razón para que no lo quiera en plantilla. Otra cosa es que el ‘míster’ haya pedido otro delantero y que la respuesta haya sido que, para conseguirlo, ha de cargarse al ‘9’ actual.
Uno, que tiene memoria, no puede abstraerse a aquel mágico momento del pasado verano cuando, en las redes sociales del club, se celebraba el inminente fichaje de Caballero, con un elocuente ‘F5 a lo grande’, culminando un año completo de anhelos del presidente, el hombre que está detrás de la gran mayoría de fichajes de la UDA y que no había ocultado sus preferencias por el futbolista suramericano.
Caballero fue, hace un año, un capricho de García Gabarrón, una obsesión cumplida, un deseo que no había podido hacer realidad en las dos ventanas de mercado anteriores y que entonces materializaba, a pesar de que Caballero llevaba un año muy irregular en Lugo, en el que incluso había perdido la titularidad de manera rotunda.
Transcurrido el año, a García Gabarrón le ha pasado lo mismo que a todos los que se encaprichan con algo, que el asunto ha dejado de interesarle, que ya no le hace tilín, que se ha dado cuenta de que no era lo que necesitaba o que ha creído darse cuenta de ello.
El problema, como es habitual en estos casos para el presidente rojiblanco, son las formas. Porque en lugar de reconocer su error o, simplemente, dedicarse a enjugarlo, integrando al jugador y asumiendo un contrato que él mismo se empeñó en firmar, ha colocado a alguno de sus profesionales interpuestos para que se lo ponga lo más difícil posible al jugador.
Sin embargo, incluso Alfonso, es más, incluso los encargados de hacérselo imposible a Caballero, deben ser conscientes, a buen seguro, de que el problema no es del jugador sino de ellos mismos; que quien tiene que currárselo para encontrar una solución son ellos, puesto que a Pablo le basta con hacer valer el contrato que ambas partes firmaron, libre y voluntariamente, hace ahora un año, cuando se profesaban amor eterno.
Sí, sí, currárselo: no como han hecho hasta ahora, que han dejado que un problema que se veía venir de lejos, desde hace ya bastantes meses, se enquiste, se atraviese en la garganta hasta provocar la incertidumbre de si Fran tendrá su delantero, cuando quedan nueve días para que arranque la Liga.