Almería es de las pocas, poquísimas provincias españolas que, año tras año, opta a tener un campeón de Liga.
Como siempre en estos casos, digo lo mismo: si Almería pasa olímpicamente ante el hecho de tener al mejor equipo de todos los tiempos en el voleibol español, es absolutamente legítimo que pase; si no se tiene interés por un equipo que lo ha ganado todo y que cada año opta a la Liga, nadie puede obligar a la gente a que no sea así; y si los almerienses preferimos irnos al campo, a la playa o vernos una historia basada en hechos reales en Antena 3 en lugar de acudir al Pabellón Moisés Ruiz cuando se está disputando la final de la Superliga, cada uno es libre de escoger cómo se tortura.
Pero la realidad es que me da mucha pena que Almería, la ciudad que reúne las mejores condiciones de nuestro país para la práctica deportiva, por clima, por situación, por horas de sol y por todo, realmente no termine de ser una provincia forofa, hincha, entregada a sus equipos.
Aquí tuvimos balonmano en la mejor liga del mundo, la Asobal, y costaba dios y ayuda llenar un pabellón que no alcanzaba los 2000 espectadores; teníamos y seguimos teniendo al rey de reyes en el voley patrio y parece que nos da igual; se cayó también un equipo como Vícar Goya, santo y seña del balonmano femenino; cuando teníamos Liga LEB de baloncesto la cosa desapareció porque no había apoyos y en esto del fútbol, da como cosilla ver cada semana un estadio de 15.000 personas con tan sólo ocho o nueve mil.
Insisto, no seré yo quien le diga a cada cual lo que tiene que hacer con su tiempo libre, pero sí que es verdad que me gustaría vivir en un lugar en el que el voley se viviera como en Teruel, el balonmano como en Granollers, el baloncesto como en Canarias y el fútbol como en Cádiz. Creo que a cualquiera de esas ciudades tenemos muy poco que envidiarles en lo demás.
